Me miró con sus zapatillas rotas, con una mezcla de tristeza y resignación, y me contestó: “¿Y qué agarro?”.
No supe qué responderle. Entonces, como pudo, me dijo algo que me marcó para siempre: “Necesito un lugar para expresar lo que me pasa”. Esa frase me atravesó. No podía dejar de pensar en Alejandro y en tantos otros chicos que no tenían un espacio donde ser escuchados, donde ser. Y fue ahí cuando supe que tenía que hacer algo.
Así nació LaCasa. Un lugar donde ellos pudieran expresarse, un refugio de escucha, arte y contención. Con talleres de distintas disciplinas artísticas, empezamos a construir un espacio donde los chicos pudieran encontrar un camino diferente. Cuando volví a buscar a Alejandro para contarle sobre LaCasa, me enteré de que lo habían matado. Llegué tarde. Ese día tomé una decisión: todo lo que hiciera de ahí en adelante sería en nombre de Alejandro.
A lo largo de los años, LaCasa creció y nos encontramos con muchas historias como la de Alejandro. Recuerdo a otro chico, también de 11 años, también, “casualmente” llamado Alejandro. Durante semanas, en las clases, no me miraba ni hablaba. Hasta que un día mencioné la palabra “libertad” y algo en él se encendió. Levantó la mirada, empezó a participar y finalmente subió al escenario en una muestra de teatro.
Cuando terminó su presentación y escuchó los aplausos del público, se quedó parado, en silencio, con los ojos llenos de lágrimas. Todos los demás se habían ido ya, pero él no se movía. Agarró el micrófono y dijo: “Hoy es el día más feliz de mi vida”. Fui a verlo al camarín y cuando le pregunté qué había pasado me dijo que el sonido de los aplausos era el mismo que había escuchado toda su vida, pero hasta ese día eran cachetazos.
Esa es nuestra misión: cambiar los
cachetazos por aplausos.
Con el tiempo, entendimos que acompañar a quienes ya están en consumo es fundamental, pero que igual de importante es prevenir. No podíamos seguir llegando tarde. Había que poner la prevención en el centro de la agenda, hablar de adicciones antes de que sea irreversible. Así fue que LaCasa empezó a llevar charlas y talleres a todo el país. Hablamos con jóvenes, familias, docentes, comunidades enteras. Porque creemos que hablar es la mejor forma de prevenir.
Hoy, en LaCasa, trabajamos para construir una sociedad sin adicciones, donde la información, la educación, la cultura y el tiempo compartido sean herramientas de prevención reales. Acompañamos a familias que no saben qué hacer, damos herramientas a quienes quieren ayudar y, sobre todo, seguimos generando espacios donde se pueda hablar, porque hablar salva vidas.
A veces, el tema de las adicciones solo aparece en los medios cuando una figura del espectáculo o del deporte tiene un accidente o pierde la vida. Pero la realidad es que esto pasa todos los días, en todos lados. No podemos esperar al próximo titular. Necesitamos llegar antes. Y para eso está LaCasa.